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Música, un apoyo para todo el mundo.

Desde hace millones de años, el ser humano ha sabido que la música sirve de terapia.


Nuestros ancestros neandertales tarareando una melodía para calmar a sus bebés o usando la musicalidad de su voz para enamorar. Ellos ya sabían que una de las mejores formas de establecer vínculos y mantener la conexión era mediante el canto en grupo.


Actualmente investigaciones lo demuestran, tras un ensayo se detecta un aumento de los niveles emocionales de mayor confianza, bienestar, amistad y relación entre todos los integrantes del grupo.

Probablemente por nuestra evolución, somos sensibles a este rango de vibraciones, vitales para comunicarnos y relacionarnos.

Los efectos de la música en las personas son individuales, pues vienen modulados por las características propias de cada uno. Por esta razón, cuando queremos utilizar la música como un instrumento terapéutico debe ser personalizada.


Es tan capaz y poderosa que la simple escucha diaria durante seis meses mejora aspectos cognitivos en personas que se recuperan de daños cerebrales ocasionados por un ictus (Särkämo, 2008).

El resultado final tras la música está condicionada por nuestra herencia genética, por nuestras experiencias o vivencias anteriores, por los recuerdos, por el entorno cultural en el que hemos crecido... Todo ello ha generado nuestros gustos personales, los patrones que configuran nuestra personalidad. Recordemos que somos seres únicos.


Y tú, ¿qué escuchas?



 
 
 

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